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Donde Alex y Eliana

09.01.2014 17:56

Eliana Gómez - Alex Tamayo

Los personajes de este testimonio son unos de los tantos vendedores de perros y hamburguesas que en diciembre hacen su agosto. No voy a contar una historia conmovedora, es mi posición personal sobre un hecho más de la cotidianidad. La primera impresión, las apreciaciones del contacto con los personajes y el recurso de la imaginación sin desvirtuar la realidad.

Envigado es un goce, cada calle compite por ser la mejor iluminada y la gente sale a recorrerlo todo, a mirar los mejores globos de las turmas, la rumba de la cuadra, el  pesebre de las señoritas Mesa, un traguito acá y otro allá. En los puestos de comidas se termina o empieza el recorrido. Están las morcillas, las salchipapas, los chuzos, las arepas de chócolo…  grasa y alcohol que no alivian la resaca del otro día pero si aumentan los kilos y el remordimiento en enero.

No le puse atención al sitio al llegar. Mientras esperábamos el turno para hacer el pedido me distraje conversando. Opté por lo más barato, una longaniza grande y de buen sabor, pero fue un degustar tardío porque a lengua corrida y de cara al cielo me la pasé buscando globos y repasando anécdotas hasta que cayó en mis manos el gel antibacterial ¿Gel en un carro de comidas rápidas? Entonces cerré la boca y repasé con mucho cuidado los detalles que por razones obvias (las relaciones sociales), se me escaparon al principio.

Varios días después, volví para comer hamburguesa. Si no lograba atraparla con la boca por el ángulo ideal,  cosa que no he podido hacer desde que me encarreté con los placeres gastronómicos Gringos, chorrearía por entre mis dedos el delicioso exceso de sus salsas y entonces llegaría la niña del gel. Así nos conocimos, es decir, la dueña del carrito y yo. Eliana vive con Alex y si el negocio lo hubieran montado en New York, MacDonal´s los hubiera sapiado  por ilegales para evitarse más competencia. Como si fueran hinchas del Nacional, me imagino el carrito de carpa verde parado en una esquina, atiborrado de paisas y sus dueños descrestando con gorras verdes, uniformes y tapabocas blancos, cubo para las basuras y… el gel. Ese, el maravilloso líquido capaz de destruir bacterias y liberarnos de la grasa en cuatro segundos, el mismo por el cual, Donde Alex y Eliana, se volvió el punto de encuentro de los viernes, el punto del sabor, el causante de mi distancia entre los buñuelos de Sabaneta y la comida del Norte en Envigado, comida más común en Colombia que los fríjoles, tal vez venidos a menos y vueltos a buenos, no por ser una tradición nuestra, sino porque rotas las fronteras, las viandas de los mexicanos se volvieron una nota entre los jóvenes. La idea de moler desperdicios de carne para hacer arepitas y venderlas entre un pan aquí le dimos categoría, mejor expresado, le dimos sabor. En eso Eliana es especialista. Aunque en 1867 un alemán puso su food cart en las playas de Coney Island, nosotros gustamos de lo nuestro y también degustamos de los perros alemanes o gringos. Dicen que un tal Nathan fue el de la idea, pero aquí no nos importa a quién se le iluminó la cabeza primero, sino como aprovechar la luz. Así que en Colombia también tenemos carritos de comidas rápidas hace mucho tiempo. Esta pareja prefirió ponerle el pecho al país, y en vez de competirle a los famosos del otro lado, se quedaron en Envigado, la tierra de Alex, agregando sabores autóctonos a la comida foránea.

En El mercado de Beto, ubicado detrás del carro de comidas, hay una ventana adaptada como barra. Alex y Eliana vivían al lado en un garaje y entre un cafecito y otro, sentados en esa barra, le sacaron a don Beto un carro para comidas que mantenía arrumado en la casa.  Frecuentaban el sitio en sus horas de descanso y le contaron la idea. Se cumplen tres años de ese momento de negociación por lo alto de los sentimientos. Es decir, un negocio de pueblo donde no se hacen cuadros de Excel para medir el beneficio y se pone en práctica la solidaridad. Con la gracia de su sonrisa, Eliana cuenta y Alex recuenta como fueron y como son esos momentos inolvidables donde  ganaron todos. Por la ventana de El mercado de Beto, los compradores buscan lo que van a tomar, le añaden las papitas, los platanitos, la torta y hasta la cervecita a las comidas rápidas.

  

  

Cada cual con lo suyo y aquí como en otros lados también se puede. Hay que tener claro el objetivo, trazar el recorrido y alternar los medios para alcanzarlo. Eso creo, al menos desde cuando supe que  Eliana es secretaria en el colegio San Ignacio de Loyola y Alex, es Operador logístico en Imbocar ¿Cocinar en un carrito de comidas rápidas? No… ni loca, eso no se ve bien, me da pena. Hacer lo mismo por fuera del país no parece importar. Se van a trabajar duro y lo peor sin el idioma y sin validar la carrera. Pasan de ser Bacteriólogas, Contadoras o técnicos en carreras medias, al aseo de baños o a cuidar enfermos. Esta pareja la vio diferente. Somos como cualquiera, dice Alex, nos cansamos, a veces sentimos que renunciaríamos, cuando la clientela era mucha uno se preocupaba. Sobre todo yo, dice Eliana. Escondía el rostro detrás del tapabocas y Alex me daba coraje para seguir, en realidad perdía la paciencia. Durante tres años le dieron fuerte, viernes y sábado sin falta, bajo la luna, las estrellas o la lluvia, en la esquina más ventilada de Envigado, por donde pasan los buses de El Salado y bajan los vientos fríos de su bosque húmedo. De cinco a doce de la noche, trabajando dos días a la semana, vendieron lo suficiente para comprar su automóvil, una casa  y adaptarla al gusto de los dos. Buena comida, buen servicio y contar con la opinión de los vecinos, fue la estrategia para salir adelante.  

  

Los clientes de cada semana no conocieron los resultados porque no se adueñaron de la historia. Los que vivimos de la observación no pudimos resistir la curiosidad de averiguar. Por eso muy pocos saben que se van ¡Se nos acabó la dicha! Lamentaremos la ausencia de los amigos, el lugar a cielo abierto con sillas Rimax  y banquitos de madera a donde se iba para comer rico y chismosear un rato.

Alex tendrá ahora más tiempo para sus estudios de logística de transporte en el Sena (lunes, martes y miércoles). Los jueves en la tarde dejará de surtir y hacer las compras, los viernes podrán disponer de tiempo para ambos, porque Eliana no tendrá que preparar las ensaladas. Los sábados, tal vez vengan a visitar a la madre de Alex y desde el balcón vean la esquina vacía. Con don Beto, sin el agobio de la clientela, revivirán el recuerdo más bello que les dejo esta experiencia, la amistad con sus clientes. Ahora la meta es la familia, un hijo. En ese orden de ideas cualquier cosa que imaginemos podrá ser posible. Están preparados para otro desafío y empiezan a vislumbrar un nuevo sueño ¿Cuál? Pues… si pudimos sacar una idea adelante, sacaremos otra adecuada a las nuevas circunstancias. La estamos calculando, responden.

Me metí en la piel de estos personajes, los sentí en su simpleza, en su coraje, en su lucha por una vida mejor, en el sentido de amistad y colaboración, en su autenticidad y transparencia. Dentro de todo, ni nosotros, ni la vida somos color de rosa. Vale la capacidad que tengamos de ponerle mejores matices.

Gracias a Alex y a Eliana por confiar en mí y darme la oportunidad de contar su testimonio.

María Jaramillo Villegas

 

                                         Los food cart en una calle de New York

                     Los Pleasure cart ¿Será que también los tenemos en Colombia?