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El silencio del poeta

14.04.2014 03:20

Cuando la voz del poeta se apaga, sus poemas se encienden.

         Juan Gelman Burishon. José Emilio Pacheco Berny  

                                                                                       

Por: María Jaramillo Villegas

Juan Gelman y José Emilio Pacheco tuvieron varias cosas en común. Su amor por la poesía, una vida de dedicación a esa pasión, la diversidad de los premios y reconocimientos recibidos -entre ellos el Premio Miguel de Cervantes-, la proximidad de sus casas, los sitios de encuentro, la amistad, el cariño mutuo, las conversaciones, las caminatas y el momento de mayor connotación en la vida; cuando la memoria se apaga. Doce días después de expresar así sus sentimientos sobre Gelmán: “Su existencia estremecida por todas las tempestades tuvo la recompensa de hallar algo que ya casi no existe: un final feliz”, José Emilio Pacheco murió. No hubo lugar a decir, No me preguntes cómo pasa el tiempo, la respuesta la dejó en uno de sus mejores poemas. Esta vez mientras dilucidaba sobre los momentos compartidos y la impotencia frente a nuestra última experiencia, enfrentó la suya el pasado 26 de enero. La conclusión le correspondió a Cristina Pacheco, su esposa: “Ahora tengo que hablar en pasado de alguien que sigue presente en mi vida”. “Todo lo que yo diga de él es pasado. Pero puedo hacer algo, puedo hacerlo real conmigo y que sea un presente distinto porque no entiendo la vida sin él". Y lo que José Emilio consideró improbable para su amigo, deseo postumo inconfesado, llegó también para él como una remcompensa. "Nunca despertó de ese sueño, estuvo siempre plácido, tranquilo", dijo Cristina. Los dos poetas se apagaron  en paz y ahora sus poemas se encienden. Los seguiremos leyendo  bajo la óptica de su luz.

José Emilio y Cristina

José Emilio Pacheco estudió derecho y filosofía y letras en la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue profesor en varias universidades de México, Estados Unidos, Canadá e Inglaterra, se dedicó en el Departamento de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, a una labor de investigación y reconstrucción de la vida cultural mexicana de los siglos XIX y XX.  Sus libros han sido traducidos al inglés, francés, alemán y ruso. A su vez, tradujo obras de Oscar Wilde y Tennessee Williams. Fue ensayista, colaborador de prensa, novelista, pero sobre todo, poeta.

Para Pacheco, la vida fue pródiga, si vamos a comparar los retos afrontados por quien fuera su amigo durante 30 años. Gelmán comprende desde muy temprano la importancia de salir en defensa de los derechos de sus conciudadanos y decide dar la lucha. A los 15 años ingresa al partido comunista, fue camionero y vendedor después de abandonar sus estudios de química y dejarse llevar por sus inclinaciones poéticas. Deja su país para defender su vida. Regresa después de trece años de proscripción  y persecución judicial para enfrentarse a la violencia de la dictadura militar de su país materializada en el secuestro de sus dos hijos, Nora Eva de 19 años, Marcelo Ariel de 20 y su nuera María Claudia embarazada de siete meses. Detenidos o desaparecidos, una duda que el poeta afronta con valor, pero en ningún momento de brazos caídos. Años después aparecerá su hija y su nieto nacido en un campo de concentración. Su nieta, María Macarena, la encuentra en Montevideo  criada por la familia de un policía que se hizo cargo de ella, todo esto después de sostener una polémica pública con el Comandante en Jefe del Ejército Argentino, teniente general Balza y con el presidente Julio María Sanguinetti del Uruguay. De su hijo, recibió los restos y el expediente como constancia de la autenticidad de los mismos. Nada se supo de María Claudia.

            Nora Eva y Marcelo Ariel                 Gelman y su esposa Mara Lamadrid

Dijo de él José Emilio Pacheco: “Para llegarnos tan hondo no necesitaba nada más que su sinceridad desgarrada, su oído infalible, su invención de nuevos ritmos y de nuevas palabras. Era por otra parte el hombre más humilde, más generoso y más cordial que recuerdo”.

                      Los diseñadores Victorio & Lucchino se inspiraron en su poesía

         Con sus nietos                                                                       Con María Macarena

Sus palabras como su vida quedan para dar textimonio y ejemplarizar la labor del poeta: "Hace falta valentía para internarse en sí mismo sin miedo a descubrirse ni temor para romper las propias inseguridades y zozobras en un mundo que no cesa de atacar el ser humano diariamente. El poeta se explora por y para todos, y en esa exploración mueren y nacen vidas. Así se convierte en hijo de su obra".

Juan Gelman Burishon: Mayo 3 de 1930 Villa Crespo, Buenos Aires -  Enero 14 de 2014 Ciudad de México.

José Emilio Pacheco Berny: Junio 30 de 1939 Ciudad de México - Enero 26 de 2014 Ciudad de México.

Poemas de José Emilio Pacheco

       El reposo del fuego

Pero el agua recorre los cristales
musgosarnente :
ignora que se altera,
lejos del sueño, todo lo existente.

Y el reposo del fuego es tomar forma
con su pleno poder de transformarse.
fuego del aire y soledad del fuego.
al incendiar el aire que es de fuego.
Fuego es el mundo que se extingue y prende
para durar (fue siempre) eternamente.

Las cosas hoy dispersas se reúnen
y las que están más próximas se alejan:

Soy y no soy aquel que te ha esperado
en el parque desierto una mañana
junto al río irrepetible en donde entraba
(y no lo hará jamás, nunca dos veces)
la luz de octubre rota en la espesura.

Y fue el olor del mar: una paloma,
como un arco de sal,
ardió en el aire.

No estabas, no estarás
pero el oleaje
de una espuma remota confluía
sobre mis actos y entre mis palabras
(únicas nunca ajenas, nunca mías):
El mar que es agua pura ante los peces
jamás ha de saciar la sed humana.

                       Éxodo

En lo alto del día
eres aquel que vuelve
a borrar de la arena la oquedad de su paso;
el miserable héroe que escapó del combate
y apoyado en su escudo mira arder la derrota;
el náufrago sin nombre que se aferra a otro cuerpo
para que el mar no arroje su cadáver a solas;
el perpetuo exiliado que en el desierto mira
crecer hondas ciudades que en el sol retroceden;
el que clavó sus armas en la piel de un dios muerto
el que escucha en el alba cantar un gallo y otro
porque las profecías se están cumpliendo: atónito
y sin embargo cierto de haber negado todo;
el que abre la mano
y recibe la noche.

            Contraelegía

Mi único tema es lo que ya no está
y mi obsesión se llama lo perdido
mi punzante estribillo es nunca más
y sin embargo amo este cambio perpetuo
este variar segundo tras segundo
porque sin él lo que llamamos vida
sería de piedra.

Poemas de Juan Gelman

Mujeres.

decir que esa mujer era dos mujeres es decir poquito debía tener unas 12397 mujeres en su mujer
era difícil saber con quién trataba uno en ese pueblo de mujeres 
ejemplo:

yacíamos en un lecho de amor 
ella era un alba de algas fosforescentes
cuando la fui a abrazar se convirtió en singapur llena de perros que aullaban 
recuerdo

cuando se apareció envuelta en rosas de aghadir
parecía una constelación en la tierra
parecía que la cruz del sur había bajado a la tierra
esa mujer brillaba como la luna de su voz derecha

como el sol que se ponía en su voz
en las rosas estaban escritos todos los nombres de esa mujer menos uno
y cuando se dio vuelta
su nuca era el plan económico
tenía miles de cifras y la balanza de muertes favorables a la dictadura militar
o sea

nunca sabía uno adónde iba a parar esa mujer 
yo estaba ligeramente desconcertado 
una noche le golpié el hombro para ver con quién era y vi en sus ojos desiertos un camello 
a veces

esa mujer era la banda municipal de mi pueblo 
tocaba dulces valses hasta que el trombón empezaba a desafinar 
y los demás desafinaban con él 
esa mujer tenía la memoria desafinada

usté podía amarla hasta el delirio
hacerle crecer días del sexo tembloroso 
hacerla volar como pajarito de sábana 
al día siguiente se despertaba hablando de malevic

la memoria le andaba como un reloj con rabia 
a las tres de la tarde se acordaba del mulo que le pateó la infancia una noche del ser 
ellaba mucho esa mujer y era una banda municipal 

la devoraron todos los fantasmas que pudo alimentar con sus miles de mujeres 
y era una banda municipal desafinada yéndose por las sombras de la placita de mi pueblo 

yo 
compañeros 
una noche como ésta que nos empapan los rostros que a lo mejor morimos 
monté en el camellito que esperaba en sus ojos y me fui de las costas tibias de esa mujer 

callado como un niño bajo los gordos buitres que me comen de todo 
menos el pensamiento de cuando ella se unía como un ramo de dulzura y lo tiraba en la tarde.

Gotan

Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular,
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.

Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.

Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.

Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.           

Presencia del otoño

Debí decir te amo.
Pero estaba el otoño haciendo señas,
clavándome sus puertas en el alma.
Amada, tú, recíbelo.
Vete por él, transporta tu dulzura
por su dulzura madre.
Vete por él, por él, otoño duro,
otoño suave en quien reclino mi aire
Vete por él, amada.
No soy yo el que te ama este minuto.
Es él en mí, su invento.
Un lento asesinato de ternura.