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Justo Ezequiel Flórez, un abogado de traje inmaculado

23.08.2014 13:31

JUSTO EZEQUIEL FLÓREZ, UN ABOGADO DE TRAJE INMACULADO

10.06.2014 16:30
Necesitaba estar en la primera fila, no quería tener adelante un cabezón, por eso llegué con tiempo de tomar un café. Estudié los diferentes ángulos y escogí uno apropiado para hacer las fotos desde mi silla, sin pararme, sin perderme un detalle. El oloroso caso de la manzana verde era para olérselo desde el principio. No estaba allí por las tribulaciones de Justo, porque justo él, ya tiene su romance montado. Estaba allí porque Ramiro Tejada ha sido mi amigo por muchos años. De esos muchos años incapaces de opacar los momentos brillantes. Un día en Otraparte escuché una voz, aunque en esa época aún no conocía a Justo Ezequiel, a Krapp sí. Inconfundible, era su voz resonando a mis espaldas. Entonces conocí a Ramiro. Mi memoria se encarga, como ya lo dije, de guardar la fascinación…
Por: María Jaramillo Villegas
 
Ramiro Tejada, 25 años de tribulaciones
Tribulaciones de un abogado que quiso ser actor ajusta más de mil funciones.
 

Ramiro Tejada, actor y abogado bajo el mismo tejado, no fuma. Odia el cigarrillo desde que estaba en el vientre de su madre, fumadora contumaz. Y lo que es la vida: en el monólogo Tribulaciones de un abogado que quiso ser actor, tiene que personificar a un fumador compulsivo, Justo Ezequiel Flórez, abogado de traje inmaculado. Pero tiene un secreto: no lo aspira, nunca aprendió a hacerlo, "sólo retengo el humo en la boca y lo expulso".

Con todo, lleva 25 años de fumador: eso cumple hoy la obra desde su estreno en el Teatro La Candelaria, de Bogotá, y que presenta esta noche en la librería El Acontista, a las 8 p.m.

José Manuel Freidel, el grandioso animal de teatro —dramaturgo, director y actor—, compuso tres monólogos para sus actores más estables: Monólogo para una actriz triste, para Nora Quintero; ¡Ay, días, Chiqui…, para Fernando Zapata, y este, para Ramiro Tejada, el hombre de cabellera larga y a veces barba que no se queda quieto ni para una fotografía.

Era una dramaturgia de despedida. Ramiro se iría a la fría capital a radicarse. "Yo le preguntaba: ¿cómo así que "quiso"?... Debe ser más bien "que quiere ser actor", pero él no me hacía caso". Era como si Freidel no creyera que el teatro lograra retener al abogado por mucho tiempo. Por eso hoy, sus amigos de teatro le gastan la broma de tergiversarle el título por el de "Tribulaciones para un abogado que insiste en ser actor"... En Bogotá, trabajaba en el bar El Goce Pagano, y allí, antes de abrir, ensayaba con ayuda de dos meseros que también querían ser actores.

"Freidel me llamaba y decía: "¿sí estás ensayando? ¡Hasta que no me muestres los personajes no escribo una línea más!…". Nos reunimos para que observara cómo hacía los personajes". Luego de las primeras cinco funciones en La Candelaria, la presentó en Medellín.

Tribulaciones cuenta la historia de un uxoricidio. Una mujer mata a su esposo —antes de que él, golpeador, la matara a ella—. Su personaje central es Justo Ezequiel Flórez, "licenciado y jurisperito, defensor de oficio y litigante por amor". Pasional es el crimen y también la defensa. La imaginación desbordada de Justo entrama una serie de hipótesis en su alegato.

Justo Ezequiel construye una fábula de su oficio, se entrega a ella y delira; pierde el sentido y se deja llevar por los excesos de su imaginación. Intuye su fuerza dramática y se dedica a la escena, algo muy cercano a su oficio de fabulador. Es, ni más ni menos, un abogado que quiso ser actor". Justo quiso ser actor para enamorar a una estudiante de arte dramático que veía pasar por su ventana...

La escenografía es sencilla. Un teléfono, la foto de la amada, un perchero, un escritorio, libros y un radio. No hay música especial: Justo —"bigote recortado, cejijunto, coloradito y quien viste corbatincito"— escucha lo que pasen en una emisora: noticias, deportes, una canción de Juan Arvizu... 

Tribulaciones ha sido presentada más de mil veces. En Cadiz y Madrid, España; en Guayaquil, Ecuador, y muchos pueblos y ciudades del país; en carpas de huelgas de fábricas, cuando había carpas de huelgas... y fábricas. Una vez fue presentada como ponencia en un congreso de abogados; en otra, el actor perdió un zapato no sabe cómo y debió apagar un cigarrillo con su pie apenas protegido con la media...

¿Cómo se mantiene vigente una obra de teatro y, sobre todo, un monólogo, por 25 años? "Uno mismo se hace mantenimiento", dice Tejada, quien suspendió varias veces esta conversación, una de ellas para ayudar a entrar un bulto de legumbres hasta la cocina. "Hay obras que uno tiene tan dominadas, decía Freidel, que basta con darse cuerda y actuar".

Por: John Saldarriaga. El Colombiano 24 de mayo de 2014

De Ramiro Tejada a Justo Ezequiel Flórez

Una transformación óptica en quince tomas

Un reconocimiento a la dedicación y calidad artística de Ramiro Tejada