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La flor del palacio de los han

04.04.2015 16:30

La flor del palacio de los Han

 
 

Por: Franz Toussaint

Traducción del idioma chino

I – La humillación

La tierra está inculta en la llanura donde el Chan- yü, el Khan de los tártaros, dice el emperador Che Houang Ti: “Acepto la paz, si te comprometes a enviarme la más linda jovencita del palacio de los Han”.

En el palacio de los Han Habitan las más lindas jovencitas del Imperio, y Che Houang Ti bajó la cabeza. Pero, en el transcurso de la noche, se le ocurrió una estratagema. Daría únicamente al Chan- yü una flor común.

Solo que estaba lejos de conocer la amplitud de sus riquezas. Corría el riesgo de enviar al tártaro una flor ilustre, y el oprobio caería para siempre sobre el palacio de los Han. Esperó la noche siguiente que debía procurarle consejo.

 Ya se levanta el sol. Los Inmortales han sugerido a Che Houang Ti la idea de hacer ejecutar los retratos de todas las jovencitas del palacio de los Han. En cada retrato habrá un nombre y una fecha de nacimiento.

II – La alegría

 Un mensajero trajo esta noticia al palacio de los Han. Enseguida se difundió el rumor de que el Emperador pedía el retrato de sus mujeres, para elegir a  aquella con quien se desposaría. Lejos, en medio de los trofeos de victoria.

Agobiados de solicitaciones, los mejores pintores de la capital encarecieron sus talentos. ¿Qué ocurrió? Las jovencitas cuyos padres eran ricos fueron favorecidas en detrimento de sus rivales, pobres que se habían dirigido a pintores mediocres.

A fin de celebrar la feliz decisión del Emperador, se organizaron grandes festejos, al cabo de los cuales partieron los caballeros que llevaban las imágenes de las jovencitas del palacio de los Han.

El Emperador examinó las pinturas. Fijó su elección en una jovencita, llamada Tchao Kiun, cuyo rostro era desagradable y la familia de humilde origen. El Chan- yü aceptó a  Tchao Kiun y el emperador le dijo: “La haré mi esposa”.

III – La desesperación

La jovencita llegó cincuenta días después. ¡Qué sorpresa la del Emperador! El retrato había mentido Tchao Kiun era de una belleza maravillosa.

Deslumbrado, el Chan- yü se la llevó con él. Che Houang Ti loco de rabia, se encaminó a su capital. En vano hizo decapitar al pintor inhábil.

En vano, buscó olvido en toda clase de distracciones. No podía consolarse de haber entregado al jefe de los tártaros la flor del palacio de los Han. En el colmo de la desesperación, acusaba a los dioses, a los hombres, a las potencias infernales.

Una mañana en que su dolor era más vivo, uno de sus familiares le dijo: “el Chan- yü no aprecia quizá el tesoro que posee. Envíale cien camellos cargados de oro, de esmeraldas, de perlas, de perfumes, y ruégale que te devuelva a Tchao Kiun”.

Esa misma tarde, cien camellos, cargados de perfumes, de perlas, de esmeraldas y de oro, franqueaban la puerta de Jade. Un Embajador los acompañaba, con la misión de proponer al Chan- yü ese cambio singular.

IV- La muerte

Pero Tchao Kiun reinaba sobre el Chan- yü, como este reinaba sobre sus tártaros y el Embajador se volvió con sus riquezas, y Che Houang Ti lloró largo tiempo.

Un día se supo que la flor del palacio de los Han Había muerto. La fabulosa caravana franqueó de nuevo la puerta de Jade. Esta vez, iba a pedir el cuerpo de Tchao Kiun, para que fuese sepultada en su tierra natal.

El Chan- yü respondió que él no vendería a su mujer muerta, puesto que no la había vendido viva, y que sus restos reposarían siempre en el país del que ella había sido la soberana.

Y Tchao Kiun duerme en el país de la hierba.