Pedro Arturo Estrada en New York
Queremos hacerle un reconocimiento a nuestro amigo y poeta Pedro Arturo Estrada. Radicado en la ciudad de New York desde hace un año, Pedro sigue dedicado a su oficio como escritor. Aunque durante este tiempo dejamos de verlo en los recitales programados en nuestro medio, la nostalgia por su ausencia la sentimos compensada con sus frecuentes presentaciones en el país del norte. Participó en el IX Festival the Americas poetry of Nueva York durante el pasado mes de noviembre. Durante tres días los poetas leyeron en diferentes librerías de la ciudad: Word Up Bookstore, Umbrella House, Librería Barco de Papel, Librería el Dorado, Centro cultural Alianza Dominicana y City University of New York. Latino Poets New York, cuenta con el apoyo de La Academia Norteamericana de la Lengua Española, que coedita con Urpi Editores la Antología del Festival. Esta organización reúne a destacados poetas de Latinoamérica y de EEUU durante el mes de noviembre. Pedro también ha participado en actividades como la Maratón Cultural, el micrófono abierto La Otra Orilla y la publicación del periódico cultural Vecindad.
Anáfora del viaje
I
Haber visto singlar las horas vacías
Haber oído el canto de sirenas
y contemplado inermes el ojo del Cíclope
para nada, para espantar con débil gesto
las moscas que regresan al rostro
Haber esperado desnudos
ante la aurora que avanzó
como una novia entrando en la casa
Haber escuchado todo Bach
todo Mozart con el cuerpo vencido
bajo la araña metálica del clave
con el hueso ingrávido
sobre las armonías del Celeste
Haber leído las páginas
del mismo interminable libro
que fueron todos los libros
Haber visto y amado y deseado tanto
bajo la espuria promesa del reino
del país del mañana
cuando sólo teníamos ese trozo de pan
para el día siguiente
Cuando nos guarecíamos de la tormenta
bajo una piedra habitáculo de escorpiones
Cuando apenas podíamos copular en la sombra
avergonzados de nuestro deseo
de acunar esa pequeña llama
ese rescoldo de incendio en los ojos
Haberlo sabido mejor
cuanto menos palabras
cuanto menos sueños cumplíamos
cuanto más despojados
y no querer vivir nada
que estuviera más allá
de las manos.
II
Aunque hubo un tiempo para el sueño del viaje
más allá de la casa, el sempiterno patio,
el comedor penumbroso, el corredor helado
Una hora para la epifanía
del grano de arena y las alas del pájaro
La simetría dorada, la cifra, el continuum
de la música donde fluíamos con los ojos cerrados
Tiempo en el que pagamos con oro toda fe
y aguardamos pacientes el regreso de la gracia
Cuando esperábamos tanto de nosotros
Cuando todo lo dimos, todo lo apostamos
esquivando el aletazo de la incertidumbre
Y entonces algo se rasgó
la grieta apareció y por allí
el resplandor del infierno temido
El sol dio un vuelco feroz contra los ojos
se hizo polvo el cielo
Y no tuvimos donde poner el pie
que no fuera ya sombra
de lo muerto.
(De su libro inédito, MONODIA)