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Sucedió en la lluvia

26.01.2014 11:47

SUCEDIÓ EN LA LLUVIA

 Mi primer libro

Isidoro Blaisten

 
  
 

De:

     "Anti-conferencias", Emecé, Bs. As, 1983

     Isidoro Blaisten. Escritor.

     Concordia, Entre Ríos, 12 de enero de 1933

                                                 Buenos Aires, 28 de agosto de 2004                                                                                                                                                 

La brújula se rompió en 1955, una tarde de lluvia, en Chiclana y Garay, cuando yo tenía veintidós años. Era una hermosa brújula, chiquita, de acero, con una cadenita de plata.  Me la había regalado una mujer. El abuelo de esa mujer la había traído de España. Yo amaba a esa mujer. Esa mujer estaba casada. Cuando me regaló la brújula le pregunté por qué me la regalaba. “Porque estás desesperado”, me dijo.

Era una hermosa mujer. Cuando vi la brújula rota en el medio de la calle, en medio de la lluvia, comprendí que en ese instante ella había vuelto con el marido. Años después, en un cuento de Abelardo Castillo, leí lo siguiente: “Vos no te vas con el mejor, te vas con el que gana”. Pero eso fue años después.

Entonces, junté los poemas que le había escrito a esa mujer y les puse de título “Poemas de la brújula rota”. Pasaron diez años, hacía cinco que me había casado (con otra mujer), hacía seis años que Débora había nacido, una tarde de lluvia. Yo había escrito muchos poemas.

Una tarde de lluvia reparé en que todas las cosas importantes de mi vida me habían sucedido en la lluvia.  Entonces junté los poemas de la brújula rota, junté los poemas de los últimos años y les puse de título “Sucedió en la lluvia”. Tuve suerte, gané el premio del Fondo Nacional de las Artes, don José Stilman hizo una hermosa edición ilustrada con grabados de mi cuñada Judith y la crítica fue elogiosa. Tenía treinta y tres años.

Ahora, ciertas tardes de lluvia, precisamente ciertos domingos de lluvia, cuando vuelvo a leer los originales de esos poemas escritos y vueltos a escribir en infinitas versiones, en viejos papeles ya amarillos, pienso que a veces los viejos papeles y el fracaso se parecen.

Nunca más volví a publicar un libro de poesía. Tuve miedo. Sé que la poesía conduce a la locura y que un poeta es un cartero que corre envuelto en llamas, alguien que corre envuelto en fuego con algo en la mano que tiene que entregar.

Ahora, mirando la tapa de mi primer libro, mientras escribo esto, pienso en las cosas que no sucederán, pienso en las cosas que pasaron en la lluvia, en aquellos poemas que no seguí escribiendo y pienso que fui un traidor y un cobarde.  Pienso, también, en aquellos veintidós años; era una hermosa edad, era una hermosa mujer, era una hermosa brújula.

 

                                                        

 

La brújula rota

Ciertas tardes y noches y mañanas como ésta
desde un otoño de luto alucinado
desde hoteles y calles y cansancio
de lugares terribles desde la sal al dátil
vuelve otra vez a mí el amor sin geometría
aprieta junto a mí su corazón de pájaro
llora en mi corazón como en un  rincón de lástima.

Ciertas tardes y noches y mañanas como ésta,
cuando se pone triste el alma de los mapas
y se mueren de frío las ventanas,
cuando el verano se asusta de la sangre,
desde el lugar más húmedo del llanto
vienen lentos pordioseros de neblina
caminan por el alma
van en busca de mi propia raíz de agua.

Ciertas tardes y noches y mañanas como ésta
desde un raro país donde todo es encuentro
donde los tilos huelen a regreso
y caminan dulces viejos con la barba
vuelve hacia mí el amor con lluvia y mariposas
y una pólvora rara que supera al tabaco
y un coñac de misterio que ha engañado a la víspera
y una brújula rota que orienta a la ceniza, 
y me lleva al lugar que ha olvidado a la luna
y el otoño es posible
y el amor es posible más allá de los credos.

Toda está bien ahora:
la luz, el heliotropo,
el musgo que ha brotado entre los días;
pero ciertas tardes y noches y mañanas como ésta
cuando mi corazón toma un color de noches perdidas para siempre
y el rocío se acuerda del último crepúsculo
y amanece la espera con su rostro inaudito,
vuelvo otra vez a mí como el río al ahogado
ya no sonrie nadie en los retratos
la desesperación me ladra por la espalda.

Isidoro Blaisten (Concordia, Entre Ríos, 1933 / Buenos Aires, 2004)
De “Sucedió en la lluvia”, Editorial Stilcograf, 1965