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Tríptico de la infamia

08.01.2016 12:11

Tríptico de la infamia

Premio Internacional Rómulo Gallegos

 
 
Homenaje al escritor Pablo Montoya autor de la novela ganadora
 

Tríptico de la infamia. Tres personajes al margen de la historia a los que Pablo rescata después de una investigación exhaustiva  durante su estadía en París. De su importancia en la época de la conquista y de la valoración concedida por el novelista a su vida y obra, surge un libro que recibirá los elogios y reconocimientos del lector, así como el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos otorgado por la academia y considerado por muchos el premio literario más importante de Hispanoamérica. Durante el homenaje del pasado veinte de agosto con el cual solo gotas quiso expresarle su admiración, conversamos sobre varios temas, de los cuales sentimos oportuno recordar cómo fue su acercamiento a esos tres hombres conmovidos por los excesos de la conquista, a los cuales, creo yo, llegó Pablo empujado por su sensibilidad frente a los hechos que aún hoy nos afectan. Para responder  nuestras inquietudes sobre ese tema se refirió a ellos así:

“Son tres pintores que fui descubriendo progresivamente. El primer personaje lo descubrí cuando estaba haciendo mi doctorado en París. Los tres son personajes poco conocidos, se han hecho sobre ellos trabajos académicos.

Esos pintores protestantes que yo trabajé, dos franceses  y un belga, han atraído la atención de los académicos franceses, los académicos alemanes, los académicos ingleses y los académicos norteamericanos porque son pintores que están vinculados profundamente a la leyenda negra de la conquista o sea que de alguna manera denunciaron los excesos cometidos por los conquistadores españoles y portugueses. Esto explica porque no son tan desconocidos entre los académicos. Lenoua, vivió sus últimos años en Londres y Lebreiu vivió sus últimos años en Alemania. Empecé a conocerlos a través del profesor Jean Paul Rabiol cuando yo era estudiante de literatura latinoamericana en la Sorbona. Él era especialista en la preservación de los indígenas del nuevo mundo en el imaginario desde el siglo XVI, XVII, XVIII, hasta nuestros días. Mi descubrimiento de esos pintores fue académico, tardé varios años en reconocer que quería hacer un trabajo literario a partir de sus vidas. Leí casi todos los textos escritos sobre Lenoi y Lebrai por los franceses y por los ingleses. El Museo Británico de Londrés tiene un libro muy bonito sobre la obra de Lenuoa y de su obra vinculada con América en donde vivió un tiempo. En sus últimas obras terminó pintando pinturas domésticas, florecitas, cucarroncitos y el clásico bodegón.

Fui encontrando los datos geográficos que me interesaban y las fuentes que me permitieron contar la vida de estos tres personajes. Como Un tríptico pictórico la novela pretende acercarse a ese formato. Puede leerse independientemente cada relato o puede leerse así como vemos un tríptico. Eso fue lo que quise hacer no sé si lo logré.

Hay un pintor del que quiero hablar, Fracois Bovua, porque así puedo explicar mejor cual es el trabajo del escritor cuando se enfrenta a los fantasmas de la historia y cual el trabajo que ocupa de algún modo la imaginación literaria cuando se enfrenta a los vacíos del pasado. Francois es un  pintor espectral del cual no se sabe casi nada, yo lo conocí porque él es el autor de un cuadro sobre la matanza de San Bartolomé que en Francia estudian desde el bachillerato hasta la universidad. Se sabe que nació en Amian, él mismo y su familia padecieron la matanza, vivió en París y murió en Ginebra.

Leí mucho sobre las guerras de la religión, no solo a los historiadores de la época, a los testigos, también a los modernos. Micheler, es quizás el primero que va reivindicar el papel de las víctimas en esa masacre. Me sumergí en las interpretaciones históricas del período y no se hablaba nada de Francois. Recorrí diferentes  archivos históricos por Europa; Londrés, Amberes, París. Descubrí láminas y grabados pero el cuadro de San Bartolomé estaba en Lozano en la tabla de Francois, me conmovió mucho cuando lo vi y me dije, aquí hay algo por hacer, estructurar las vidas de estos personajes. Dos de ellos se conocían, Debray con Le Moyne. A Dubois no lo conoció nadie, era un perfecto desamparado. En Lozan encontré un librito de página y media, El mundo segundo de Francois Dobois, ahí encontré el testamento que dejó en francés antiguo también algunos datos para reconstruir la vida de él pero en realidad lo que yo hice fue sumergirme, darle carnadura, corporidad, darle espiritualidad. Le transmití mi hipocondría, le transmití mi melancolía, le transmití mi sensación de desamparo, le transmití mis propias maneras de entender la pintura, inclusive la novela está llena de muchas cosas mías. Le di una mamá muy parecida a la mía. Ella era una mamá católica convencida y yo soy más o menos ateo. Dobois se convirtió al protestantismo, él fue hugonote. Entonces yo le doy  toda esa comunión tan hermosa entre él y su madre a pesar de la diferencia de sus credos religiosos,  le doy todo ese afecto tan importante y por supuesto le doy una mujer que muere en la matanza. Esa mujer no sé si existió, es la que articula a mi modo la novela. Lo que quiero decir es que esta investigación que hice sobre los personajes lleva muchos años, empezó en 1995. Tuve estos personajes como una lucecita prendida. Qué casualidad, yo tengo un libro que se llama ViajerosViajeros es un libro de prosas poéticas, dedicado a los viajeros de la historia y de la imaginación, fue publicado en el 1999 por la Universidad de Antioquia. Viajeros es como un libro cantera porque allí está Ovidio y de ese libro surge después mi libro Lejos de Roma. En Viajeros está  Debray y Bartolomé de las Casas a quien retomo en el Tríptico de la infamia.Está Caldas que lo retomo en la novela Los derrotados. Es curioso, cuando escribí Viajeros no pensé en escribir novelas con esos personajes pero poco a poco uno va delineando obras y le va dando cuerpo a todo ese montón de esbozos que aparecen en el proceso de escritura de uno mismo. Lo que quiero decir, es que toda esta investigación, todo ese paso por museos, por archivos, por la información académica; textos que a veces son difíciles porque son excesivamente teóricos, lo confronté con la imaginación, con la invención literaria y lo pasé por el cedazo de la literatura. Entonces Tríptico de la infamia está basada en la investigación, no desdeña  la investigación, es decir, no desdeña a la interpretación, no desdeña la reflexión. Es una novela que está muy penetrada por los rasgos ensayísticos. En la tercera parte, en la entrada de Debray, predomina esa incursión ensayística.

Yo sabía que en Colombia escribir una novela que terminara con matices ensayísticos era un acto suicida en el sentido de que iba a suscitar un rechazo en cierto tipo de lectores que están acostumbrados a leer novela de una manera muy clásica. En la novela mía, en la tercera parte, el discurso literario cambia, ya no es intimista como en la primera parte y no es un relato de aventuras como en la segunda sino que son unas interpretaciones, unas reflexiones, una especie de biografía novelada atravesada de consideraciones ensayísticas sobre la vida de estos pintores. Yo sabía que iba a cometer un acto temerario pero creo que después de 230  páginas que atravesó el lector ya quiere terminar.

Tengo tres libros de prosa poética, que son muy hermanos. Son poemas en prosa que tienen que ver con la invención histórica: 1- Viajeros, breve y condensada historia del viaje. 2 – Trazos, es una breve y condensada historia de la pintura donde hablo de Francois Doboisaparece un texto corto sobre la masacre de San Bartolomé. Es un libro muy bello porque está editado con el soporte histórico. Uno lee el texto y lo confronta con la imagen. 3 – Programa de mano, breve y condensada historia de la música. Todos los textos son nombres de personajes, algunos son inventados o históricos pero todos son personajes literarios. En 2007 publiqué Trazos y empiezo a pensar en la novela Tríptico de la infamia. Yo no quería presentar el proyecto de mi libro a la Alcaldía de Medellín porque no tenía nada que ver con la ciudad. La mayoría de los proyectos eran sobre narcos, traquetos, prostitutas o sicarios. Mi esposa finalmente lo presentó y yo me lo gané.

Me fui para El Retiro y me dediqué cuatro meses a escribir la novela. Esas primeras veinte páginas me dieron el impulso para continuar. Decidí presentarme a una beca del Servicio Internacional Académico de Alemania como investigador. Me la dieron  y me fui para Frankfurt sin hablar una palabra de alemán. Fui, porque allí vivió Debray sus últimos años, pensé que encontraría documentos y archivos sobre él pero Frankfurt fue destruida por los aliados que acabaron con todo en 1944. En conclusión siempre pude pulir y aumentar la tercera parte del Tríptico. Del 2011 al 2014 cuando esto ocurre releí la novela siete, ocho o nueve veces. Soy obsesivo con la corrección, creo que la verdadera escritura está en la corrección. En conclusión, fue un proyecto de cuatro años y el proceso se inició en el noventa cuando me encontré con esos pintores.

 
Transcripción de la grabación, María Jaramillo
Fotos, cortesía de Juan Alberto Vélez y José María Ruiz