Poéticas, literarias, arte y cultura

solo gotas - Actividades culturales

Cra. 25 No. 39B Sur - 101
Envigado, Antioquia, Colombia
316 286 52 02 - 206 82 71
sologotascolombia@gmail.com

Un poeta del pincel

01.06.2014 18:53

GESTO Y COLOR

Pascual Ruiz

El pasado 26 de marzo se inauguró, en la Sala de Arte de la Biblioteca Central de la UPB, la muestra pictórica del reputado Maestro antioqueño Pascual Ruiz Uribe, quien, con cuarenta y dos magníficos óleos, enseña al público cómo el color sirve de enlace para la figura y el gesto porque, dice, "los artistas somos gestuales".

A lo largo de los casi cuarenta y cinco años de evolución de la obra de Ruiz Uribe –incluida su producción cerámica–, en los cuales se evidencia una atrevida manera de manejar los volúmenes y el espacio, se aprecian diversos momentos en los cuales utiliza técnicas como el lápiz carboncillo, los lápices de colores sobre lienzo, el óleo, el temple, el acrílico y, durante los últimos años, los recursos digitales. 

Su trabajo, con un sello muy personal –investido de la arrolladora fuerza del color, la luz abundante y, a veces, las sombras–, contiene una propuesta pictórica seria, pulida, madura, rica en matices y comprometida en los planos estético, político y social. Esto último, sobre todo, en los años setenta cuando irrumpió con un crudo realismo que lo llevó a pintar monjas, militares, políticos y jerarcas religiosos de gafas oscuras; una época iconoclasta y contestataria que, por momentos, resurge en su faena actual. 

     

                                     

Después vendrían períodos en los que priman temas deportivos: equitación, polo, atletismo, basquetbol, ciclismo –los corredores lo acompañan y persiguen desde el comienzo de su vida artística, llenos de ímpetu y soledad– natación, tenis, esgrima, golf, balompié (recuérdese su magnífico cuadro "la cara oscura del fútbol") y, sobre todo, la hípica. De esta época datan sus irrepetibles caballos que, solos o acompañados de sus jinetes, son un tributo a la naturaleza; igual cosa sucede con sus toros pastando en la dehesa, o víctimas de un matador dispuesto a asestarles la estocada final.

Luego –en un lapso en el cual se intensifica su visión geométrico-abstracta– surgen, como sacadas de un exquisito y fresco bosque andino, sus coloreadas y soñadoras mariposas que –si bien son un homenaje a la vida– develan la injusticia social, la hipocresía, el abandono, la violencia y el terror; por eso, a su lado aparecen tanto los tanques de guerra y las víctimas de la violencia como los jinetes deportivos y las figuras femeninas desnudas manejadas en contraluz. 

                                        

En épocas recientes, empieza su búsqueda gardeliana por el mundo del tango (con sus cantores y bailarinas perdidos en torbellinos cósmicos, formas simétricas y haces de luz dirigidos al infinito), con caballos españoles y figuras como la de Manuel Mejía Vallejo fumando; y, de nuevo, sus jinetes alegres y osados montados en caballos multicolores que desafían los cielos. 

Por supuesto, esta obra maravillosa –producto de la soledad y que usufructúa viajes de estudio por las cunas del arte contemporáneo–, ha desfilado por innumerables sitios hasta los cuales ha llegado el artista con su cuestionador mensaje. Piénsese en los internacionales salones de arte españoles, norteamericanos, mexicanos, venezolanos, ecuatorianos, argentinos, italianos, etc., o en las menos encopetadas salas de su ciudad natal o de las humildes comarcas donde se le honra con afectuosos homenajes. 

En la muestra que concita nuestra atención, el artista logra reunir tres temáticas definidas: los polistas, el aire de tango y las formas abstractas; en estas últimas proyecta su mundo interior hacia el universo, perlado de esferas y asteroides, o a través de rutas galácticas por donde desfilan las alegrías y las nostalgias. 

Hoy, al saludar esta magnífica y renovadora exposición que airea el mundo de la cultura antioqueña, debe aplaudirse al afamado artista que hace estremecer hasta las fibras más íntimas y quien, con un legado universal, rinde un espléndido testimonio de vida a las nuevas generaciones. A un poeta del pincel que –anudado a un mar de ilusiones– invita a luchar, a amar y a soñar, porque –bien lo advierte– "el arte manifiesta un lenguaje de las entrañas de uno mismo".

Gesto y color: por Fernando Velásquez - El Colombiano.