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Voces para recordar

05.11.2014 21:42

Raquel Jodorowsky

Nací geminiana dentro de una mina de cobre en el norte de Chile, famoso lugar de boxeadores. Desciendo de colonos. Mi padre, tañedor de balalaika, en Rusia, minero en Antofagasta, profeta en Israel.  Mi madre, rompió árboles, hizo un arado y sobre los pantanos sembró el maíz inaugurando el granero de Argentina ¡Yo soy América! A los 11 años de edad, en el borde del desierto de Atacama, ví por primera vez un árbol. Creí que era un señor. Lo saludé. Como las muñecas me parecían niños muertos, jugué con los lagartos de la arena, las arañas del salitre y los perros bravos cuidadores del oro. Aprendí a escribir poemas antes de escribir y leer en las escuelas. Desde entonces, fuera de la poesía, puedo decir que no he existido. He publicado 15 libros. Tengo un hijo y un loro. Y tengo el mundo entero. Eso es todo.

Entrega

En la apertura de las nuevas estaciones
iré a echar mis raíces en tu sombra
para siempre
con el rito callado del helecho
y el subterráneo temblor de las semillas.

Con todo iré.  Aunque no esperes.

En tu muralla de sangre
quiero colgar los ojos.
Así la luz me quemará de frente
así veré subir la noche
hasta el último árbol.
Si han de invadirte mis raíces
prepárate al tremendo enlazamiento.
Por la vegetación torcida de las venas
entraré como un grito gigantesco
llenándote de músicas los ámbitos.

Buscaremos el surco más perfecto
y caeremos en él salvajemente.
¡He de entregarte hasta la atmósfera
hasta el vértigo final de lo profundo!...
Y será como morir ramificada
bajo el gesto silvestre de tus brazos...


Raquel Jodorowsky - Poemario Dimensión de los Días

 Bálsamo

Tal vez no está en el aire tal aroma,
intenso, embriagador, que me seduce;
es la mente, quizá, que lo produce,
al contemplar tu erótica redoma.

Resina, bálsamo, estoraque, goma,
cuanto emana de ti, o a ti conduce;
no sé si es mi razón que lo deduce, 
o si tu piel de mi sentir lo toma.

Tu llegada a mi entorno lo satura
de fragancia que en mística locura
me rodea, me absorbe y me enajena.

Y al yacer sobre mí, desnuda y leve,
te aspiro en cada acción, cada relieve,
y me siento flotar sobre la escena.

Francisco Álvarez