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¿Y de Aracataca qué?

01.06.2014 18:58

Luisa, con veintiún años cumplidos, regresó a su Aracataca natal en una mañana de febrero, sin su esposo, tras casi dieciocho meses de ausencia. Estaba embarazada de ocho meses y llegaba mareada del barco, tras otra travesía turbulenta de Riohacha a Santa Marta. Unas semanas después, el domingo 6 de marzo de 1927, a las nueve de la mañana, en medio de una tormenta poco habitual para esa época del año, dio a luz a un niño, Gabriel José García Márquez.

Gerald Martin - biógrafo inglés.

Gabriel  José García

Dibujo de France Belleville-Van Stone

Si en la cultura donde me formé, si en el seno de mi familia no hubiera sido respetado el concepto de patria y si no se me hubieran infundido en el colegio la necesidad, no sólo de admirar el sitio donde nací, sino la impostura de rendirle honores; tal vez estaría indiferente y liberada de estar aquí o allá, desprovista del prejuicio de involucrarme con el terruño y reconocida por otros vecinos, otros amigos y otra cultura. Cualesquiera que sean las razones para acatar esta tradición, válidas por demás para quienes las respaldan, me parece que al tener los recursos económicos, cada cual está en plena libertad de elegir un buen lugar para vivir donde pueda hacer realidad sus aspiraciones o acomodarse al sistema de vida. Así que no entraría en discusiones sobre las decisiones de nuestro único Nobel muerto en México y residente por años en ese país. También creo que la opinión pública, que no es pública y mucho menos es la opinión de todos, debe dar por sentado cuales eran los motivos del escritor para no involucrarse con Aracataca y encontrar en otros ideales el gusto por ayudar y hacer sus amistades.

De niño en Aracataca a periodista en Bogotá

Tenemos el feo vicio, y digo tenemos porque yo lo tengo, de hurgar en la vida de los grandes y poner en entredicho sus decisiones personales. Nuestro nobel debe sorprendernos justo por el delirio creativo que lo llevo al éxito, por sus capacidades para lograrlo, por ser catalogado en el mundo literario entre los mejores. Ser leído por quienes tienen la formación y los criterios para emitir un juicio, es a la hora de la verdad, el mayor  reto y elogio que puede pedir alguien de su categoría. Otros también hemos gozado, escogiendo entre sus obras sin hacer cuentas para dónde va Vicente, y simplemente por agrado. Vacaciones inolvidables con el Relato de un Naufrago o con El amor en los tiempos del cólera o con Una muerte anunciada. Y como no somos iguales ni todos tenemos acceso a la cultura, hay quienes en su pueblo natal nunca lo han leído. Aquí en Medellín, es usual encontrar lectores de Cien años de Soledad o de Don Quijote de la Mancha, en número tal que una se sorprende. Por fuera del examen se puede arriesgar y aunque la mayoría no han detallado la portada de ninguna edición de esos libros, se apuntan a ser expertos en el tema y voltean la hoja. Otros se aprenden dos o tres momentos claves de la obra y mientras el interlocutor no los saque de tema lo dejan admirado. Eso si, no faltan las dos en la mayoría de las bibliotecas de la gente común.

La familia

Los hijos del matrimonio García Márquez: arriba, de izquierda a derecha, Jaime, Alfredo Ricardo (fallecido), Ligia Esther, Gabriel José (el Nobel), Gustavo Adolfo, Hernando, Eligio Gabriel (fallecido) y Luis Enrique. Abajo, Germaine (hija sólo del padre), Margarita, Luisa Santiaga Márquez (la madre), Rita y Aída Rosa. / Cortesía revista Cromos.

Gonzalo, Gabriel y Mercedes

su hijo y su esposa

Hay algo conmovedor en la morada final de algunos hombres de Historia. Nuestro nobel, al cual reconozco como colombiano porque se puso el liquilique, una vestimenta característica del litoral atlántico, para recibir el homenaje que le rindieron en Suecia, era por esa razón, y según mi opinión, un colombiano por decisión. Si nos vamos a regir por lo que diga la ley también sabemos cual era su nacionalidad. En medio de todo esto, México  se siente orgulloso de haberlo tenido en su reino y la humilde Aracataca sueña con ser reconocida como la tierra donde vio la luz un hombre importante, amarrado por el cuello al cordón umbilical de su madre Luisa Santiaga. Opacado  por la sobra del mito, el alcalde actual del pueblo,Tufith Hatu, osa levantar la voz y confía en ser escuchado. Repartir sus cenizas suena una propuesta irrespetuosa, no para el hombre desconectado de nuestra dimensión, sino para su familia ¡Qué complicación estar entre los premiados con la fama! Tamaño problema les queda a sus seres queridos… ¿No son ellos los que deben decidir?

La casa donde nació en Aracataca y como se ve remodelada

La casa donde creció en San Luis de Sincé

La casa donde murió en México el 17 de abril de 2014

Antes de enfrentarse a la muerte, nuestro Nobel, se perdió en el más desconcertante de los vacíos, el de la memoria, al menos eso dicen algunos medios. Lo cierto, lo único que nos consta, son sus escritos y en uno de ellos “Viendo llover en Galicia”, ya publicado en esta página, se percibe la preocupación por heredar la enfermedad. Su abuela, personaje inolvidable en la vida del escritor, la padeció. Ahora, después de homenajes y ceremonias en su honor, después de palabras y discursos, surge otra preocupación ¿Y Aracataca qué?... Una iglesia y La casa museo Gabriel García Márquez, son sus mayores pertenencias. Faltan calles, hospitales, vías de comunicación, hoteles; en otras palabras, inversión. Es la hora de darle al pueblo las dimensiones de un Nobel y a sus jóvenes ganas de participar, si hay en que… y si de ello puede derivarse la subsistencia de una región que ya vive precariamente del corozo, la ganadería, el banano, el arroz, la pesca, la minería y la industria. Su hermano, el ingeniero Jaime García Márquez, cuenta que en San Luis de Sincé, está la casa donde crecieron. De gran parte de esta región se nutrió el escritor. Es una casa de balcón volado sobre la plaza, donde Gabriel Eligio, conocido como el telegrafista de Aracataca, montó una farmacia. Allí residieron los García Márquez después de pasar por Barranquilla, y antes de trasladarse a la población de Sucre, en donde ocurre el grueso de la obra. Unas cuadras abajo de la farmacia está la placita de la Cruz, donde vivió Argemira, la niña Gime. Ella fue la abuela que está intacta en el patio, sobre las astillas que recortan la brisa. Más adelante, promete Jaime, escribirá los textos aclaratorios.

De regreso a su pueblo 24 años después

Llegó en un tren pintado en su exterior de mariposas amarillas, el denominado Tren Amarillo de Macondo. Recorrió la mayoría de las calles de su pueblo en un carro de los años 50, otras a pie. Permaneció dos horas en reuniones privadas y se marchó del lugar rumbo a Santa Marta.

Algunos de sus mejores amigos

Nos hace falta alguien con influencias e iniciativa, alguien resuelto a poner en su puesto al pueblo que le inspiró parte de su obra cumbre a nuestro Nobel, a la Cuna inmortal de la Literatura, distinción entregada por  la Fundación de Periodistas Bolivarianos de América. Un lugar que a pesar de su título, no puede ofrecer a los turistas ningún libro del escritor de quien se enorgullece y no cuenta con agua potable, es de veras macondiano. Gabriel García Márquez hizo lo que sabía, ahora ¿Qué puede hacer Colombia? La ruta de nuestro Nobel… suena bien. Las dos regiones pueden convertirse en atractivo turístico y cultural. Así, los desconcertados con las decisiones de Gabriel José, lo mostraran al mundo y con orgullo reclamarán los honores. Montar en México su santuario, es el colmo del subrealismo mágico. En Aracataca, Sucre y San Luis de Sincé se tejieron las historias, le aportaron el tema. La idiosincrasia de esta región hace parte de  la originalidad de esos Cien años de soledad. No se trata de esperar, ahora que el escritor se ha ido, que aparezca el mandatario que les cambie la vida. Se trata de reconocer lo nuestro y darle a una población las condiciones mínimas para  aprovechar un hecho histórico en beneficio de la comunidad, Si se vale... aquello del amor de Patria.

Aspectos de La cuna inmortal de la Literatura

Por: María Jaramillo Villegas